viernes, 13 de junio de 2014

13.

Cada tarde me mecía ante la duda de quién era, ante la duda de dónde estaba mi alter ego semejante. Las dudas abatían mi regreso, y mi regreso se escondía porque se sentía viejo. También cabía la vieja posibilidad de hallar camino en un vacío inmenso. Inmensos sueños se perdieron, y ellos pérdidos tampoco pudieron encontrarse. A su encuentro no ví nada, y con nada sonrío hoy tumbada en la cama.

Estábamos sobre el cielo, estamos bajo el cielo. Trazando líneas en un lienzo pasajero, atándonos a días que saben a refugio, llorando si no alcanzamos lo que queremos. Abrazándonos a precipicios sin motivo alguno, y cayendo al suelo más frío cuando estos nos sueltan. Amando los parques de frontón dónde jugábamos de pequeños, y enfrentando nuestros miedos que sin escrúpulos, amargan corazones sinceros.

Cuántos hablaron de dolor sin tener remota idea.Y yo les digo ahora: Pónganse ustedes en la piel de cualquier doctor de las Áfricas negras. Pónganse ustedes en la piel de una madre que no alimenta a sus pequeños por falta de dinero, pónganse ustedes en pieles de judíos en épocas de Hitler, pónganse ustedes en la piel de esos poetas asesinados. Pónganse ustedes en la piel de cada uno, y sabrán lo que es dolor.
Tal vez ustedes me aborrezcan por hablar con tanta frecuencia de nuestro dichoso amigo, pero el dolor es innevitable e imparable, constante y deliberante. Un pasajero que se encuentra en el primer asiento, abordo de nuestras vidas, esperando el mínimo choque para estallar. ¿Estallarán ustedes? 





-Benavente. 





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